La obsesión por autorretratarse cuando viajamos nos lleva en muchas ocasiones a correr un riesgo innecesario. Ocurre sobre todo en destinos peligrosos como precipicios, cataratas o puentes colgantes, lugares donde la imprudencia (o un mal paso) pueden jugarnos una mala pasada. Eso sí, la foto, si sale, queda estupenda.
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